Wednesday, November 17, 2010

La Mudanza - Mark F. Carter




Durante un tiempo, cuando vivía en West Virginia, mi padre trabajaba para Corning Glass. Era una gran empresa y una de los principales empleadores en esta ciudad pobre.

Mi padre era un ingeniero allí y desarrolló un proceso en la creación de ladrillos para hornos de acero que ahorró a la empresa una gran cantidad de dinero. Debido a su éxito, fue enviado a varias fábricas de todo el país para capacitar a las personas en el nuevo proceso.

Pronto se cansó de los días lejos de su familia y comenzó a buscar un nuevo trabajo. Lo encontró muy rápido y renunció a su trabajo para ir a Pennsylvania. Estábamos en medio de un año de escuela. Así que mamá decidió que nos quedáramos en West Virginia, mientras que papá comenzaba en su nuevo trabajo. Sólo iba a ser un par de meses más para que pudieramos terminar el año escolar.

En ese momento, nuestra casa estaba en la cima de una montaña. Me encantó el lugar. Tuvimos caminos para bicicletas en los bosques alrededor de la casa que yo y mis hermanos disfrutamos. Incluso en invierno nos deslizamos en trineo por la ladera de la montaña a altas velocidades con las chispas que vuelan alrededor de nuestro trineo, cuando bajamos a la carretera y los anillos de metal del trineo alcanzaron un punto seco del pavimento.

Poco antes de que fuéramos a empacar nuestras cosas y pasar a la nueva casa, había un huracán en la costa este de los Estados Unidos. Llovió tanto que nuestra montaña se convirtió en una isla. Nadie podía entrar o salir por un día o dos. Nuestros teléfonos no funcionaban y no tuvimos electricidad. Afortunadamente, mi mamá se había abastecido de mantequilla de cacahuete y pan con el que vivimos un par de días.

Durante ese tiempo, todos estábamos muy preocupados por mi padre. Sabíamos que iba a estar en la tormenta también y probablemente iba a tener una experiencia peor que nosotros. La espera de escuchar era muy difícil.

Cuando por fin sonó el teléfono, era mi papá. Él y mi mamá hablaron durante un largo tiempo y pude oír el flujo y reflujo de preocupación en la voz de mi mamá. Él había estado en un accidente. Había llovido tan fuerte que él no podía ver bien como para conducir con seguridad y había golpeado un coche que estaba parado en la rampa de salida de la interestatal. No se había dañado, pero el coche quedó arruinado.

Lo que pasó con esto que yo más recuerdo es que por fin pude escuchar la voz de mi papa en el teléfono. Fue la cosa más maravillosa del mundo saber que todo estaba bien y que pronto estaríamos juntos nuevamente.

Escrito por Mark Carter
17 noviembre 2010

Wednesday, November 10, 2010

MI CUADRO - Por Mark F. Carter


Cuando estaba en tercer grado, era un estudiante muy bueno, pero no me gustó presentarme enfrente de la clase para hacer nuestro programa semanal de platicar y demostrar. De hecho, yo realmente lo odiaba.

Recuerdo que un día, traje a mi clase un cuadro que había hecho. No es exactamente lo que yo quería traer, pero yo tuvo problemas para encontrar otras ideas. Mi madre vio que estaba luchando con mis ideas sobre lo que debo traer y mi madre estuvo insistiendo en que mi cuadro era una gran idea.

El cuadro lo comencé como un cuadro pintado por números. Salvo descubrí en el proceso de hacerlo que no me gustaba seguir donde se indica que color debo pintar. Terminé pintando una obra muy abstracta, con manchas grandes de color que me gustaba mucho.

Aunque, yo estaba de acuerdo para llevar el cuadro a la escuela, no estaba seguro de demostrarlo. Después de todo, fue sin duda original. Escondí el cuadro en una bolsa de papel en el autobús y lo introduje de contrabando en la escuela con la esperanza de que nadie se diera cuenta.

Ese día de todos los días, otra estudiante, también había traído una pintura que ella hizo. Por supuesto, era perfecta, había seguido todas las reglas, pintado precisamente en todas las líneas. Ella había hecho un trabajo maravilloso. La clase aplaudió a ella con mucho alegría.

Desafortunadamente, ella demostró su cuadro a la clase antes de mi turno. Cuando el maestro llamó mi nombre, yo estaba temblando. Me sentía como si no podría caminar al frente de la clase. Cada paso a mi me pareció como una hora. Todos en el salón de clase estaban mirando con fijeza a mi. Sentí mi cara de color rojo brillante que hizo las cosas mas peor. Cuando llegué al frente de la clase, puse mi pintura fuera de mi bolsa de papel para mostrar a todo el mundo. La clase estaba completamente en silencio. Entonces uno de los estudiantes se echaron a reír y entonces toda la clase se echó a reír. Volví a mi escritorio en lágrimas. Cuando llegó la hora del recreo, me volvieron a subir a un estado de felicidad. Mis compañeros de clase había olvidado lo que me hicieron.

Esa tarde, cuando regresé a casa, mamá me preguntó cómo me fue y le dije que todo estaba bien. Que les gustaba mi pintura, pero cuando ella no estaba mirando, puse mi cuadro en la basura y decidí que la próxima vez me gustaría seguir las líneas y los números.

Escrito por: Mark F. Carter
10 de Noviembre de 2010