Saturday, February 9, 2013

Ningún Cliente – Historia Creativa Por Caitlyn Steward








         Antonio no tuvo deseos para ir al trabajo este lunes. Él fue un vendedor de zapatos y el trabajo fue un poblema. Su padre, un anciano, abrió la tienda hace treinta años, después de su vida en Alemania. Ahora, Antonio estaba atorado con el negocio. Cada día, él estaba sentado detrás del mostrador,  esperando por los clientes. Nadie venía. Las cajas de zapatos estuvieron en el almacén; inútil. El preferiría estar en la playa con amigos, con bebidas. Esta vida era aburrida. A veces, los días fueron desgarradores. ¿Quién necesita zapatos?
         Los días continuaron, hasta que un día cuando Antonio estaba dando un sorbo de té, y estuvo pensando sobre su cama, un hombre monstruoso entró en la tienda. Su cuerpo llenó el umbral y él por poco no pasa por la puerta.
         “Dios mío,” jadeó Antonio, “¡tengo un cliente!” El hombre miró de cerca la tienda, entonces el cesó su vistazo en Antonio.
         “¿Hola, tienes botas para mí?” Él rió. Antonio estudió los pies grandes. ¿Dónde en el mundo pudría encontrar zapatos del número veinte? Esta es la primera vez que alguien con pies gigantescos vino a mi tienda.
         “¡Por supuesto!. Puedo tener zapatos hechos a mano para ti. Necesito medir tus pies.” El hombre monstruoso se quitó sus botas viejas y Antonio se agachó. ¡Qué horrible el olor! Fue una cosa buena que él tuviera sus calcetines, de lo contrario, la tienda olería. El olor mataría. Estuvo respirando muy poco, Antonio midió el pie del hombre. ¡Quince pulgadas!
         “Infierno santo!,” Antonio dijo. “Lo siento, pero yo nunca vi...tu sabes.”
         El hombre rió y el ruido reverberó en las paredes. Los ojos de Antonio lanzaron una mirada alrededor de la tienda, en caso de caída de cosas.
         “Ellos son grandes. Lo siento sobre el olor, también.”
         “¡No, no, el olor está bien! No te preocupes. Oí que el vodka en los pies puede ayudar.”
         “Gracias. Quizás trataré.” Entonces su teléfono sonó. “Ay, mierda. Mi trabajo nunca termina. Yo vendré otra vez. Gracias por tu ayuda.”
         El hombre brilló con una luz amarilla, y alas brotaron de su espalda. Antonio estuvo fascinado. “Soy Dios, por cierto, “él dijo, cuando ascendía por el techo. Entonces, Antonio se despertó en un montón de saliva. No clientes. Nunca clientes.

Escrito por:  Caitlyn Steward
6 de febrero 2013
Champlain College
Spanish IV