Saturday, April 23, 2011

Montreal, mis memorias.


Nos sentíamos que éramos oro. Cruzamos la frontera con Canadá a las tres en punto. Fue nuestro verano después de nuestra graduación y habíamos decidido tomar mi coche a Montreal.

Mis amigos Ben, Joey, Cahill, Ronnie y yo habíamos dicho una mentirita a mis padres antes de que nos fueramos de Nueva Jersey. Les dijimos que íbamos a Filadelfia Folk Festival por tres días pero no teníamos ninguna intención de asistir a este festival.

Cuando nos acercábamos a la ciudad de Montreal vía el puente “Jaques Cartier” sentimos que el mundo estaba abriéndose en nuestra presencia. Hacía mucho sol y el aire se sentía fresco. Jamás habíamos visitado nosotros a Canadá y absorbíamos todo lo que experimentábamos.

Dos días después de llegar a la ciudad, nosotros nos habíamos estacionado cerca del parque/montaña central que se llama Mont Royal. Es una montaña en la parte central de la isla que funciona como un parque, un cementerio católico, un lugar para escalar la montaña y una gran colina para andar en bicicletas. Estábamos poco cansados por los dos días anteriores pero decidimos que deberíamos escalar el lado más difícil de la montaña que es el más peligroso y donde hay muchas piedras suaves que pueden tropezar a quien trata de pasar. Empezamos nuestra escalada y la encontramos muy difícil. Nos movíamos muy lento y paso a paso estábamos usando mucho cuidado de no perder el balance. Al fin alcanzamos la cumbre donde había un mirador donde se pueden ver las torres de Montreal y su paisaje alrededor desde una altura inolvidable e impresionante.

En la cumbre todos nosotros abrimos las cervezas que habíamos cargados en nuestras mochillas para abrir al llegar a este punto.

Cuando estábamos disfrutando las bebidas y admirando la vista conocimos a dos jóvenes naturales de Montreal que se llamaban Jacques y Benson. Ellos eran muy amables y nos informaban mucho sobre la vida en Montreal y las diferencias entre Canadá y los Estados Unidos. Sin embargo ellos estaban tragando muy rápido una botella de ron y habían empezado a parecer muy borracho. Estaban saltando descuidadamente y sin el respeto que se merecía sus alrededores. Cuando Benson casi perdió su balance sobre el extremo del precipicio nosotros decidimos irnos abajo de la montaña para dejar a esos borrachos solos.

Cuando nosotros estábamos moviéndonos bajo la inclinación escarpada tan lento, que fue casi a cuatros patas, Jacques nos llamó –Esa no es la manera de bajar la montaña!- apenas lo dijo se fue corriendo bajo la inclinación pareciendo una cabra de montaña en sus movimientos. Él nos alcanzó en menos de un cuarto del tiempo que nos había tomado. De pronto miramos su amigo Benson en la cumbre como se preparó para hacer lo misma que Jacques. Él se fue bajando con la misma confianza pero en unos segundos después de comenzar, una piedra suave le hizo tropezar y perder completamente su equilibrio. Su cuerpo se convirtió en un muñeco con la inhabilidad absoluta de resistir las fuerzas de gravedad que le estaban jalando hasta al pie de la montaña muy rápido. Cuando él alcanzó la base de la colina no pudimos verle.

Nosotros estuvimos completamente congelados. Tratamos de bajarnos a la base de la colina con rapidez pero cuando llegamos allí no encontramos al herido, pero su amigo Jacques estaba esperándonos. –Que le pasó a tu amigo?- gritamos histéricamente. –Está bien pero tuvo que irse por la vergüenza- fue su respuesta. Habíamos creído absolutamente que íbamos a encontrar un hombre muy herido y luchando por su vida cuando le alcanzamos pero de acuerdo con Jacques este no pasó.

Salimos de la ciudad la siguiente mañana. Habíamos experimentado mucho esos tres días pero nada sino este acontecimiento se ha pegado tanto a la memoria mía como la caída y los borrachos jóvenes quebequios.

Escrito por:

Mateo Rogoff
Estudiante Español IV
CCV Winooski, Vermont
14 abril 2011

No comments: